Normas y límites

Para establecer unos límites, hay que decretar unas normas. La actitud de los padres es muy importante para tal fin. En primer lugar, porque deben estar convencidos de que no es descabellado pensar que el niño tiene que cumplir lo que ellos mandan. Si el niño no cumple con su mandato, deberán pensar en unas consecuencias. Además, las normas deben transmitirse siempre con seguridad y firmeza, tanto a nivel verbal como gestual, de manera que el niño entienda que se trata de un mandato y que no se le va a repetir una y otra vez.

Es bueno mantener el contacto visual para asegurarse de que el niño está atendiendo y entendiendo lo que se le está pidiendo. Y es recomendable también que se trasmita la orden de manera clara y concisa, sin rodeos y sin titubeos, sabiendo qué es lo que queremos que haga y qué va a ocurrir si no lo hace.

Es fundamental que los padres se pongan de acuerdo en las normas de sus hijos y que nunca discutan delante de ellos; si esto ocurre, perderán autoridad, lo que puede provocar que el niño busque siempre el punto débil en cada uno de ellos para salirse con la suya.

Siempre hay que buscar la coherencia en la aplicación de las normas. De esta forma, si el niño realiza la actividad que se le exige, debe ser reforzado verbalmente y/o con gestos de manera positiva e inmediata. Por el contrario, si el niño no obedece la norma, debe ser castigado inmediatamente después de la conducta negativa. Sin embargo, hay que ser cauto con los castigos. Si los padres amenazan con un castigo que luego no se va a llevar a cabo, habrán perdido parte de la autoridad para sucesivas ocasiones. Tampoco se pueden modificar los castigos, hay que mantenerlos hasta el final en pro de mantener siempre una actitud firme. Además, deben ser coherentes, acordes con la conducta negativa, sin exageraciones ni prolongados en el tiempo.

Para dar órdenes se recomienda:

  • Dar una única instrucción: los niños tienen una capacidad limitada de atención y de retentiva. Pedirles varias cosas a la vez probablemente conllevará que el niño no se inmute, incapaz de recordar lo que se le ha pedido.
  • Ser muy claros: hay que dar la orden de manera concisa, nunca pedir algo general como “recoger la habitación”. Para los padres es bien sencillo lo que significa; sin embargo, para el niño, recoger la habitación puede significar recoger los juguetes del suelo obviando que hay que recoger las zapatillas, cerrar la puerta del armario, dejar la mesa limpia y ordenada, etc.
  • Cuando se da la orden, hacer una pausa: se trata de comprobar que el niño ha entendido lo que se le está pidiendo, dejarle tiempo para reflexionar y asimilar antes de actuar.
  • Repetir la orden si es necesario: cuando el niño parece no haber entendido lo que tiene que hacer, los padres deben repetir la orden.
  • Acompañar al niño al comienzo de la acción solicitada: hay veces que el niño no ha realizado una acción determinada con anterioridad. En ese caso, es conveniente acompañarle e iniciar con él la acción a modo de aprendizaje, y luego dejarle solo para que continúe.
  • Reforzar positivamente la conducta solicitada: se trata de premiar al niño cuando lleva a cabo la orden. No es necesario un premio material, con unas palabras de satisfacción por haber cumplido con su deber, será suficiente y muy gratificante para el propio niño. Si acompañamos las palabras con gestos (por ejemplo, darle un beso), será aún más gratificante y efectivo.
  • No comenzar a dar otra instrucción hasta que no se haya realizado la anterior.

¿Y si se trata de hijos adolescentes? Entonces habrá que tener en cuenta los siguientes aspectos:

  • Ayudarles en la expresión de sus sentimientos: si han realizado una conducta inadecuada, preguntarles el motivo y buscar soluciones alternativas.
  • Expresar siempre reconocimiento cuando cumple las normas: no pasar por alto las conductas adecuadas, recordando siempre las inadecuadas.
  • Dar un tiempo para que reflexione antes de comenzar con la realización de las tareas: es bueno sentarse con él/ella y hacer una lista con las tareas que se le encomiendan para que todo quede claro y no haya lugar a olvidos.
  • Ser justos: pensar si lo que se le encomienda es factible; no es bueno excederse y menos, dar marcha atrás en las decisiones.
  • Ser consistentes y firmes cuando se imponen las normas: si la norma es blanco, ha de serlo para todos los días y no ceder bajo ningún concepto.

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